
Algunos estudios han demostrado a lo largo de los años que una dieta sana y equilibrada puede ayudar a mejorar e incluso prevenir diversas enfermedades. Entre ellas encontramos también a la diabetes, y es que esta enfermedad y la alimentación guardan una relación muy estrecha.
Si bien en la de tipo 1 es importante conocer los alimentos y su composición para poder regular la cantidad de insulina en cada ingesta del día, es en la diabetes de tipo 2 -asociada a la obesidad y al sedentarismo en muchos casos- cuando comer de forma adecuada se convierte incluso en una parte importante del tratamiento.
El impacto de una dieta baja en grasas
En la década de los cincuenta, el fisiólogo Ancel Keys empezó a estudiar el impacto que una dieta baja en grasas saturadas causaba sobre la población al descubrir que en países como Italia, donde la alimentación se basaba en una ingesta de calorías moderada, en una actividad física intensa y en la utilización de poca variedad de alimentos -a destacar el aceite de oliva, los vegetales, legumbres, cereales o pescados- el número de fallecimientos por enfermedades del corazón era muy reducido comparado con el de su país de origen, los Estados Unidos.
Durante quince años dedicó su vida a estudiar los hábitos de vida y de alimentación de personas de siete países diferentes, incluyendo por supuesto varios países mediterráneos -Italia, Grecia y la antigua Yugoslavia-, otros del norte de Europa -Holanda y Finlandia-, y otros dos más lejanos -su Estados Unidos natal y Japón-.
¿Pero por qué explicamos todo esto y qué relación tiene el comer sano con la diabetes? Como decíamos antes, la diabetes de tipo 2 se asocia en muchos casos al sobrepeso y a la obesidad. Esto es así porque un abuso de alimentos ricos en carbohidratos o azúcares simples -que pasan directamente al torrente sanguíneo aumentando los niveles de glucosa en sangre- hacen que el páncreas tenga que trabajar mucho más segregando insulina y se agote, reduciendo la producción de esta hormona.
Sin insulina las células no pueden acceder a la glucosa -energía- y aparece la fatiga física, mientras el nivel de azúcar en sangre sigue subiendo. A esto además puede sumarse que las células desarrollen resistencia a la insulina, provocando que aunque haya insulina suficiente la glucosa no pueda introducirse en ellas. Este es uno de los principales motivos por el cual puede desarrollarse la enfermedad.
Una vida activa llena de beneficios
Tener hábitos de vida saludables y seguir una dieta sana y equilibrada puede ayudarnos a prevenir la diabetes o a controlarla mejor si ya la padecemos. En el primer caso, el ejercicio físico y evitar una ingesta abusiva de azúcares e hidratos hará que perdamos peso -a tener en cuenta especialmente la acumulación de grasa en la zona abdominal- y también que el páncreas no tenga que trabajar en exceso sufriendo así agotamiento.
Esto disminuirá el riesgo de sufrir cardiopatías o de desarrollar diabetes de tipo 2. En el segundo, y siguiendo siempre las recomendaciones de nuestro médico para poder adaptarnos a cada caso particular, podremos controlar de forma más eficiente el nivel de azúcar en sangre.
Toda ayuda es poca para mantener a raya la diabetes, pero queda claro que la alimentación, junto al ejercicio físico, es un complemento muy importante para prevenir la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Referencias:
- El País. Ancel Keys, "Mr. Cholesterol", promotor de la dieta mediterránea. Consultado el 01 de julio de 2019.
- Fundación para la Diabetes. Ejercicio y diabetes. Consultado el 01 de julio de 2019.