¿Por qué debemos fijarnos en nuestro hígado?

Es probable que asocies la diabetes con un órgano específico que es el páncreas, pero, más allá de esa afectación, esta enfermedad juega un papel muy importante en varios sistemas de nuestro cuerpo. En este artículo vas a descubrir en concreto cómo actúa en nuestro hígado y qué debemos hacer para mantenerlo lo más sano posible.

Hígado graso y diabetes

El hígado es un órgano vital y muy complejo. Entre sus funciones sabemos que nos ayuda a detoxificar el organismo, a digerir alimentos produciendo substancias específicas, a utilizar ciertos nutrientes y hasta a luchar frente a patógenos ayudando a nuestra inmunidad. Pero, una de las funciones que mucha gente desconoce es la de órgano regulador de la glucosa en sangre. Éste es capaz de almacenar esa glucosa cuando hay demasiada y puede ayudar a utilizarla cuando la requerimos. Por ello, reparar en él en nuestro control de la diabetes es de suma importancia.

Relación entre la diabetes y el hígado graso

La afección más común en el hígado en las personas con diabetes se llama hígado graso (o esteatohepatitis no alcohólica) y es una condición en la cual este órgano acumula de forma no saludable grasa en su interior produciendo que este se inflame y dañe sus células y estructuras derivando muchas veces en una cirrosis (al cicatrizarse el tejido y no poder funcionar normalmente) e insuficiencia hepática.

Esta condición afecta en baja medida (<10%) a las personas con diabetes tipo 1 pero es muy común entre personas con diabetes tipo 2 (>75%) (1). Y esto, que parece difícil de entender en un principio, es debido a la acción de la resistencia a la insulina que ocurre en la diabetes tipo 2.

Sabemos que la resistencia a la insulina es la incapacidad parcial o total de algunos tejidos/órganos del cuerpo para detectar y usar esa insulina correctamente. Y eso perjudica al hígado ya que es uno de los mayores captadores de ésta.

Por ello, cuando coexiste esa resistencia a la insulina en pacientes con diabetes tipo 2, la posibilidad de que exista hígado graso es elevada. Y somos conocedores de que esta situación no solo comporta algunos conceptos médicos complejos de entender y que suenan a patológicos, si no que se traduce en cifras muy alarmantes: el hígado graso es el mayor responsable del carcinoma hepatocelular (un tipo de cáncer de hígado), es la primera causa en las listas de espera de personas para trasplante de hígado y aumenta la mortalidad por cualquier causa (2).

En cuanto a qué podemos hacer para evitar esta fatídica evolución, sabemos que existen algunos tratamientos farmacológicos que pueden ayudar. Por ello, los fármacos destinados a la pérdida de peso pueden ayudar de forma colateral a mejorar la salud de nuestro hígado. También algunos fármacos usados para el control de la glucosa en el tratamiento de la diabetes tipo 2 han evidenciado ser de ayuda. Pero, lo cierto es que no existe en la actualidad un fármaco aprobado específicamente para el tratamiento de la esteatohepatitis no alcohólica (2). Pero, atentos, eso no se traduce en que no seamos capaces de revertir esta situación. Así que vamos a ver qué está en nuestras manos para poder evitar ese efecto tan indeseado.

La importancia de mantener hábitos saludables

Si bien sabemos que el hígado graso puede ocurrir en personas delgadas con diabetes, la presencia de sobrepeso/obesidad es uno de los mayores determinantes de riesgo. El exceso de grasa empeora la resistencia a la insulina así como el acúmulo de grasa en el hígado desarrollando finalmente una cirrosis (3). Así pues, la primera línea de actuación será promover una pérdida de grasa en personas que presenten sobrepeso y/o obesidad que debe darse promoviendo una vida activa y una mejora del patrón dietético (puedes mirar este artículo para conocer más).

En concreto, no existe un modelo perfecto de cantidad y proporción específica para el consumo de proteínas, carbohidratos y grasas para el tratamiento de la diabetes (4) ni para el hígado graso (5). El patrón dietético que ha demostrado mejores resultados de salud para nuestro hígado incluyen la dieta Mediterránea (con elevado consumo de frutas y verduras , aceite de oliva y frutos secos) y aquel que limite el consumo de grasas saturadas y azúcares añadidos (2). Debemos prestar especial atención a evitar consumir alimentos en cuya etiquetada visualicemos que entre sus ingredientes contiene fructosa añadida. La fructosa añadida (y no la naturalmente presente en los alimentos como la fruta) ha demostrado ser especialmente perjudicial para la salud hepática (6). Además, algunos productos etiquetados como “aptos para diabéticos” están endulzados con fructosa por lo que aprender a leer etiquetas cobra especial interés. Algunos ejemplos de productos serían los yogures, algunos tipos de bollería como galletas e incluso algunas bebidas.

La segunda línea de actuación, y no menos importante, se basa en la práctica de actividad física. Y si, es todo aquel tipo de movimiento más allá de caminar pero que incluye ejercicio aeróbico (7) y, por supuesto, ejercicio de resistencia (8). Recuerda que la práctica de ambos tipos de ejercicio no se centra exclusivamente a su realización en un espacio concreto sino que son muy versátiles y adaptables para puedan realizarse en diversos espacios como por ejemplo en casa.

Referencias:

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La información proporcionada en este artículo no reemplaza la relación entre el profesional sanitario y su paciente. En caso de duda, consulte siempre a su profesional sanitario de referencia.